Historias & metáforas,

herramientas para pensar un mundo mejor

- Una Apología -


Historias & Metáforas

Dicen que ya no hay ideas nuevas que sacarse de la manga.

¿Hablar de plantas medicinales? Llevamos milenios dedicándonos a ello.

¿Contar historias de aventureros y exploradores en el Pacífico?

Si no las contaron ellos mismos (en caso de sobrevivir a ellas), otros ya escribieron sus biografías.

Las ideas son viejas. El truco está en darse cuenta de que las mangas de donde salen son siempre distintas. La chistera alquímica en la que se cuece el viejo conejo blanco es mi chistera, no la tuya, o la de Beyoncé.

En un mundo frenético, en el que a nadie le sobra un ápice de tiempo, uno me preguntará:

¿por qué debería interesarme tu chistera?

Y yo podría ofrecer una lista de eslóganes facilones, un credo de frases pegadizas de las que querrás apuntar en una agenda, o enmarcar en tu despacho, y decirte, “Esta soy yo. Estas son mis convicciones. Si te gustan y estás de acuerdo, te interesará mi chistera, mi modo de interpretar el mundo. Préstame tu atención, y no te defraudaré”.

Pero yo no soy una dichosa nube de eslóganes tuiteables.

Yo soy una historia, como tú, como todo el mundo. Como el mundo entero en que vivimos.

Y si la comparto contigo, y te sientes identificad* en algún momento, te habré prestado mi chistera, y nos unirá algo mucho más fuerte que cualquier frase lapidaria e impersonal.


Érase una vez,

una niña que vivía en un mundo hecho de cuentos.

Su familia los contaba cada día mientras desayunaban, igual que sus profesores y compañeros de colegio durante las clases o el recreo. Incluso ella misma se auto-contaba cuentos; sobre el pasado, el presente, el futuro…

De todos ellos, había algunos que eran ciertos (“Eres una niña de ojos castaños”), pero otros no lo fueron (“Nunca conseguiré aprobar el examen de naturales”). Algunos la ayudaron en momentos difíciles (“Dentro de unas semanas, todo habrá pasado y ni te acordarás de lo mal que ha ido…”); otros le complicaron la vida (“La gente se aprovecha de los demás, así que no te fíes de nadie”). Había cuentos que no entendía (“Hay personas que están aburridas de la vida”); otros, que le parecían tonterías (“Los listos hacen ‘ciencias’, y los otros humanidades”; “Con límites, no hay libertad”…).

Poco a poco, se dio cuenta de que sus amigos se agrupaban alrededor de cuentos comunes, que gustaban de forma especial a todos ellos. No obstante, ella no se sentía identificada con ninguna de las colecciones de historias al completo; le gustaba mucho uno de aquí, otro de allí… pero nunca lograba estar de acuerdo con todos los cuentos de un grupo, no había ninguna tribu a la que pertenecer realmente.

A veces era triste, no sentirse totalmente cómoda en ningún grupo, sentir que no era de nadie. Otras, en cambio, se sentía bien siendo diferente.

Al ir creciendo, se enamoró del mundo que veía a través de los cuentos; y quedó prendada de las palabras, las que servían para darles forma. Los montes, las estrellas, los bosques, los mares… Se dio cuenta de que también ellos, a su manera, tenían historias que contar.

Entonces la niña decidió hacerse cuentacuentos; pero, siendo huérfana de tribu, se percató de que no todos entendían las historias que contaba, ni por qué las contaba.

El mundo se había olvidado de sus tradiciones cuentacuentísticas; había incluso grupos que había querido alejarse tanto de sus raíces narrativas, que había renegado de ellas, tachándolas de inferiores. Ellos no contaban cuentos, decían. Ellos hacían Ciencia.

Y qué equivocados estaban, pensaba ella. Qué tontería pensar que no hay cuentos en su “Ciencia”.

Qué tontería, desterrar la poesía.

No todo era tontería, claro. Había ideas que le gustaban, ideas del grupo que generaban cuentos maravillosos. “Toda certeza puede cuestionarse”. “Cuando los dogmas se infectan de incertidumbre, un mundo nuevo es posible”.

Durante un tiempo se preguntó si serían ellos, por fin, su tribu. Si podría contar historias que enriqueciesen su colección de cuentos comunes, aunque no los reconociesen.

Pero no; no podía ser. Ellos querían contar cuentos para entender el mundo.

Y ella quería contar cuentos para averiguar quienes somos. Cuentos para ser personas mejores. Más profundas. Más curiosas. Historias de encuentros, de relaciones, de conexión… Le parecía que nada tenía sentido sin historias—con sus metáforas, su poesía y su belleza—.

Ellos decían que los cuentos no eran reales.

Ella sentía que, a veces, las verdades más profundas pueden esconderse en las historias más irreales.

E incluso si pocos las entienden; incluso si no hay tribu para corearlas al unísono, sólo las historias son capaces de animarnos a convertir una ficción maravillosa, en una realidad.

Entonces pensó en el sinfín de cuentos abandonados, que habían nacido en el borde donde naturaleza y personas se tocan. Pocos se preocupaban de ellos, y sin embargo la niña veía cómo rescatar sus historias, e hilvanar una colección con ellas, podría hacer pensar a quien las leyese. Y, reflexionando así, nos reapropiaríamos de esas historias, nos daríamos cuenta de que participamos en ellas cada día, y nos entrarían ganas de escribirlas mejor.


Érase una vez una niña a la que le gustaban los cuentos con final feliz.

Pero como no podía escribir todos los cuentos del mundo, decidió que intentaría hacer que los demás se diesen cuenta de que todos tenemos un lápiz en la mano y un futuro de hojas en blanco llenas de posibilidades… como, ¿por qué no?, ser muy felices y comer perdices (o guisantes, si somos vegetarian*s).

¿Te sientes identificad* en algo?

¿O tal vez conoces a alguien con una historia parecida a la mía?

Reenvíale esto, para que sepa que no es un bicho raro (o sí, ¡pero no está sol* en sus rareces!).


Pues qué manía con tener que escoger ciencias o letras.

Yo no quiero renunciar a nada. Voy a por ambas, ciencias & letras. Rigor y poesía.

A explorar esa maravillosa intersección me dedico.

Si quieres unirte a mí, nada más fácil: déjame tu correo electrónico, y te mantendré al tanto de mis pesquisas:


¿Qué tipo de historias cuento?

Puedo darte dos ejemplos:

Un libro muy majo... ... y un blog (también muy interesante)


... ¿Que quién soy? Esta de aquí.

Si quieres saber más sobre cómo pienso (¡y cómo escribo lo que pienso!), puedes leer los artículos de mi Writer's manifesto: